Reflexión de una experiencia laboral con aplicación al contexto político. Desarrolla tu liderazgo reconociendo tus errores

Desde mi rol de consultor y facilitador de procesos de aprendizaje en el contexto organizacional, cada oportunidad que tengo de trabajar con un grupo, cualquiera sea su nivel, para mí representa un reto y en consecuencia acostumbro a trabajar con dedicación y anticipación en función de cuidar cada uno de los detalles. Esto con la intención de lograr de manera impecable el objetivo para el que fue contratado la empresa; apuntando en consecuencia a lograr que las personas con quienes me corresponda compartir, disfruten de una experiencia de valor, útil y amena.

Si bien es cierto que todas y cada una de las experiencias de aprendizaje que me ha correspondido desarrollar tienen un alto significado e importancia para mí, cuando se trata de iniciar un proyecto de formación con un cliente nuevo, el nivel de importancia y expectativa se multiplica por mil.

Recuerdo de manera especial que, hace algunos años me correspondió iniciar una actividad de formación, la cual formaba parte de un importante proyecto para la empresa consultora que represento.  El nuevo cliente se trataba de una empresa perteneciente al sector secundario en el área de alimentos, con una larga historia e importante presencia en el mercado nacional; estaba previsto que la primera actividad formativa estuviera dirigida al equipo gerencial en pleno, esto con fines de evaluación.

Faltando diez minutos para las 8:00 a.m. y para el inicio del programa de formación, se percibía un ambiente algo tenso en los gerentes y en la planta en general. Recuerdo haberme dirigido al gerente de planta y consultarle qué estaba sucediendo. El era uno de los más preocupados y en voz baja, casi en secreto, me dice que hay un serio problema y que no podíamos iniciar nuestra actividad hasta nuevo aviso. Lo escuché con total atención y seguía percibiendo a todos bastante inquietos.

El problema era que inexplicablemente se había acabado el gas en la planta y eso era algo sumamente grave. La persona responsable de garantizar la existencia de gas en planta, por primera vez, no cumplió su trabajo cabalmente y la consecuencia podía ser la pérdida de una muy importante cantidad de dinero. Entendí que la producción que estaba en proceso de elaboración y otra que ya estaba terminada, estaba en riesgo de perderse.

Para ese momento, todos seguían a la espera del jefe mayor, todos esperaban que llegara el gerente general, mejor conocido como “el ingeniero”. Aunque el gerente de planta, quien me puso al tanto del problema, también era ingeniero.

Recuerdo perfectamente haber escuchado “aquí van a rodar cabezas”. “Deja que llegue el ingeniero”. La verdad es que el ambiente era de gran tensión. En ese momento, yo observaba a todos y entre mis pensamientos decía: ¿Dios mío, por qué precisamente hoy?

Minutos más tarde decidí que yo quería hablar con el ingeniero. Afortunadamente, ya lo había conocido y con él fue la persona con quien me correspondió reunirme en la etapa final de la negociación del proyecto de formación, logrando su aprobación y visto bueno definitivo.

Recuerdo que, en las tres o cuatro oportunidades que había compartido con el gerente general “el ingeniero” en todo momento me había parecido un hombre inteligente, conocedor del negocio, particularmente observador y cuidadoso de expresar de la forma más clara y acertada sus ideas, claramente orientado a resultados y en consecuencia valoraba el tiempo de forma importante. Sin embargo, yo percibía en el ambiente que lo que iba a suceder no era precisamente un derroche de esas virtudes.

Aproximadamente 30 minutos más tarde llego el ingeniero y para ese momento yo estaba decidido a hablar con él antes que sucediera lo que todos esperaban. Me ubique cerca de su oficina y al verlo le pedí que me regalara cinco minutos. Me dijo que estaba muy complicado, sin embargo, le insistí, le dije que sabia que no era el mejor momento pero que había algo importante que quería decirle. Una vez dentro de su oficina, hizo honor a las cualidades antes mencionadas y me pidió disculpa por los imprevistos y el retraso del arranque de la actividad de formación.

Recuerdo que el tema central a desarrollar con los gerentes tenia que ver con Liderazgo. Y en consecuencia decidí expresarle algunas ideas que consideré podían serle de gran utilidad para el momento que se estaba viviendo en planta, el desempeño de su rol y la seguridad que muchos tenían de lo que iba a suceder en los próximos minutos.

Exactamente de esa manera inicie mi conversación con él, cosa que lo sorprendió notablemente.  Una vez que había ganado su total atención le sugerí que enviara un mensaje distinto al que todos estaban esperando. Que tenia en sus manos una oportunidad de oro para crecerse en su liderazgo, que no fuera predecible en el manejo de la importante situación que estaba viviendo la planta. Compartí con el algunos de los comentarios que minutos atrás yo había escuchado en los pasillos, las caras de susto, los nervios muy marcados que se notaban en el manejo de varios de sus colaboradores. Recuerdo que le expresé varias ideas en ese sentido y recuerdo que el estaba realmente concentrado en mis palabras.

En ese preciso instante recordé una anécdota de un caso gerencial que en algún momento había leído y sin pensarlo dos veces empecé a comentársela. Recuerdo que sobre la marcha me di cuenta que no la tenia perfectamente clara, pero la esencia del mensaje que quería transmitir si lo tenía claro.

Le conté que, en una empresa muy importante, también del sector de alimento, la cual tiene presencia en muchos países y su casa matriz ubicada en México, sucedió que un gerente de mercadeo tuvo una idea brillante y decidió reunirse con su superior inmediato para compartírsela; este gerente decía que su idea podía convertirse en la campaña publicitaria mas importante de toda la historia de la empresa y que los beneficios en ventas, participación del mercado e imagen serian espectaculares.

La respuesta que recibió este gerente fue que la idea era realmente muy interesante y parecía muy prometedora. Pero que significaba una inversión que también rompía los estándares en materia de campañas publicitarias, que era demasiado dinero. Sin embargo, su jefe, lo invitó a participar de la siguiente junta directiva con la intención de que presentara su idea.

Una vez llegado el día de la junta directiva, el gerente de mercadeo presentó su propuesta y después de muchas preguntas, cuestionamientos, recomendaciones y sugerencias le fue aprobado dicho proyecto. La campaña se realizó y fue un absoluto fracaso. Días más tarde el gerente de mercadeo se presento ante su superior inmediato con carta de renuncia en mano, absolutamente avergonzado de lo sucedido, sin justificaciones ni explicaciones que no iban a permitir recuperar la inversión realizada. Pidió disculpas, expresó ser el principal responsable de lo sucedido, todo esto con un lenguaje corporal y facial totalmente coherente con sus palabras.

El director de mercadeo lo observó detenidamente, tomo la carta de renuncia, la rompió y le dijo: tu aprendizaje nos ha costado muchísimo dinero, ahora que tuviste este aprendizaje no es justo que te vayas a otra empresa, quiero que te quedes y sigamos trabajando juntos.

De este relato rescato dos eventos que considero particularmente significativos. Por una parte, la autocrítica, dignidad, capacidad de reflexión, de reconocimiento de los errores y valentía por parte del gerente de mercadeo al presentarse ante su superior con carta de renuncia en mano, asumiendo su responsabilidad sin la más mínima intención de justificarse. Segundo, la respuesta de su superior inmediato al realizar una interpretación muy particular del evento fallido, logrando de esa manera un total y absoluto compromiso por parte de la persona que cometió el error. Lo contrario, tal y como el director expresó, hubiese sido brindarle a otra empresa la oportunidad de beneficiarse con un excelente colaborador que acababa de experimentar uno de sus mayores episodios de aprendizaje laboral.

En la actualidad, se espera que en el contexto organizacional los lideres posean claras fortalezas en materia de competencias actitudinales. Algunas de estas competencias son capacidad de autocrítica, autoconocimiento, autorreflexión entre otras. Adicionalmente siempre será importante compartir y demostrar en acciones valores tales como Honestidad, Integridad, respeto… para de esta forma trabajar y avanzar hacia el logro de los objetivos organizacionales.

Considero que estos requisitos asociados al perfil de un líder para una organización privada, no debería diferir del perfil de los líderes de organizaciones públicas, organizaciones sin fines de lucro, líderes políticos y de manera muy especial para la persona que ostente el cargo de presidente (a) de la republica o jefe de gobierno.

Me llama poderosamente la atención como algunos mandatarios de nuestro continente parecieran carecer de forma casi que absoluta de las competencias necesarias para tener un manejo similar al de aquel gerente de mercadeo; presentarse con su renuncia y expresarle a su superior que es el pueblo que lo eligió: Me equivoqué, no cumplí lo que prometí, con mis acciones le he generado un gran daño al patrimonio del país, no tengo excusas, el único responsable soy yo, pido disculpas. Lejos de esto, escuchamos las excusas más creativas e ingeniosas, se inventan y crean enemigos fantásticos y según ellos, los responsables, inclusive después de 20 años en el cargo, es la administración anterior.

Rafael Arellano