Venezuela fue, es y será un gran país.
Primer momento – historia: Desde los años 70 hasta la primera década del siglo 21. País de grandes riquezas y abundancia.
Históricamente Venezuela ha vivido de sus recursos naturales, esencialmente del petróleo. Esto hizo que la gran mayoría de venezolanos creciéramos inmersos en una cultura de abundancia, donde no se valoraban muchas cosas materiales, al grado de llegar al franco derroche.
Hasta en las casas más humildes estaban garantizadas las tres comidas diarias, inclusive hasta ciertos antojos, todo esto gracias al trabajo de una o dos personas del núcleo familiar. Trabajo que garantizaba un sueldo con un alto poder adquisitivo. Obviamente, cada familia hasta donde su bolsillo le permitiera.
En líneas generales todos éramos felices. Así éramos vistos por cualquiera que nos visitara desde el exterior. Y aunque a nosotros escuchar eso nos sorprendía, era cierto, éramos felices.
Segundo momento – actual: Inicia con la llegada de Chávez al poder hasta el presente.
Existiendo tantas riquezas en el país, los gobiernos que históricamente gobernaron a Venezuela se permitieron grandes niveles de corrupción, donde groseramente eran beneficiados los más cercanos a quienes ostentaban el poder.
Ante este panorama aparece en escena el comandante intergaláctico prometiendo una verdadera justicia y en consecuencia una repartición equitativa de las riquezas del país. Promesas imposibles de cumplir, propias de los sistemas socialistas.
Justicia para los más pobres, para los olvidados por el sistema (por cierto, olvidados que tenían sus tres comidas diarias). Obviamente estas promesas sonaban muy justas y esperanzadoras; sin embargo, haciendo un análisis muy superficial era imposible no ver la alta dosis de demagogia impregnada en dicho discurso.
Veinte años más tarde, después de aquella victoria presidencial de 1998, Venezuela se encuentra inmersa en su peor pesadilla, con índices de hiperinflación sin precedentes, índices de inseguridad personal y jurídica extremadamente graves, escases, desabastecimiento, migración, deserción escolar, familias divididas, altos niveles de depresión personal, suicidios, homicidios y pare usted de contar.
Tercer momento – futuro: Dios mediante 2019 en adelante. 2019 se asoma como un año crucial para la culminación de la pesadilla de Venezuela.
En este inicio de enero existe un panorama interesante para un posible cambio político en el país. Son diversas y esperanzadoras las variables que el día de hoy nos pueden hacer pensar que el cambio está muy cercano. No sé si será como dice Angel Garcia Banch “la única vía es la violencia”. O como dice Alberto Franchesky a través de “piedra, plomo y candela”. O como llegó a decir CAP a través de un auto suicidio.
Lo interesante es que hoy nuevamente se siente la esperanza que el cambio está próximo.
Estoy convencido de que muchos países que hoy están bien en lo económico, en lo social, en lo político, vivieron momentos muy duros, lograron superarlos y hoy están bien.
Muchos de esos países que hoy vemos muy bien han vivido guerras intensas y crueles, distintos tipos de guerras, pero guerras al fin. Por ejemplo, Italia, Portugal, España o países como Colombia, Perú y Chile, han vivido sus propias pesadillas y han sabido superarlas.
Pienso, sueño y estoy esperanzado en que Venezuela será nuevamente una gran nación. Un país donde muchos querrán ir a vivir, a trabajar, a invertir, a hacer familia (ya eso lo vivimos, lo recuperaremos y superaremos).
Venezuela será un ejemplo por los 20 años de pesadilla que vivió y logró superar. Venezuela será vista como la nación que fue saqueada en su enorme riqueza por el socialismo del siglo 21, una nación que aprendió y se volvió a levantar. Será un ejemplo a seguir, admirada y reconocida por millones de venezolanos y extranjeros.
Así lo pienso, así lo siento y así lo sueño.
Rafael Arellano.
09 de enero de 2019