En este resumen del segundo capítulo del libro “Un pequeño empujón”, denominado Resistir la tentación, se hace referencia y se dan interesantes explicaciones a diversas situaciones que todos hemos vivido.

Richard Thaler inicia este capítulo haciendo referencia a una situación que tuvo la oportunidad de vivir y que con bastante seguridad nosotros también la hemos vivido. Se trata de aquellas situaciones donde queremos comer algo muy específico, ya sea en un restaurant o en nuestra propia casa, pero antes de que esté lista la comida, empezamos a comer ciertos pasapalos (pasabocas o entremés), los cuales podrían resultarnos tan agradables que pudiera suceder que comamos muchos más de lo esperado. En esa situación, si alguien no toma la decisión de retirarlos de nuestra vista, es posible que más de uno de los presentes termine sentándose a la mesa a disfrutar del plato principal, con mucho menos apetito y disposición del esperado. En líneas generales, esta situación refleja la anécdota narrada por Thaler acerca de los “anacardos”.

Situaciones como la antes descrita podría entenderse como una sutil evidencia de que los seres humanos no somos seres tan racionales como lo plantea el modelo clásico económico. Thaler comenta que, según la terminología económica se diría que el comportamiento de un grupo que le suceda una situación similar se le conoce como “dinámicamente inconsistente”. En un principio estaban dispuestos a seguir comiendo los pasapalos (pasaboca o entremés), posiblemente hasta terminarlos; y una vez que alguien los retira, entonces podrían expresar agradecimiento por haberlos retirado.

El autor comenta que para comprender este episodio hay que hacer referencia a dos factores: tentación y negligencia. Los seres humanos hemos padecido de tentación desde los tiempos de Adán y Eva. En el contexto de los nudges (tema esencial del libro), resulta necesario entender el concepto de Tentación.

Partamos de que el estado de excitación varia en el tiempo. Para simplificar las cosas consideremos dos extremos: frio y caliente. Cuando tenemos mucha hambre y percibimos un exquisito olor a comida, digamos que estamos en estado caliente. Y cuando pensamos en algunas cosas que queremos comer el fin de semana estamos en estado frio. Algo será tentador si lo consumimos más en caliente que en frio. Esto no significa que obligatoriamente las decisiones más acertadas sean las que se toman en frio. A veces algunas decisiones tomadas en caliente también pueden resultar acertadas.

Resulta normal que todos los seres humanos reconozcamos que existen grandes tentaciones que podrían hacernos dispersar de nuestros objetivos, normas y formas de manejarnos. La diferencia estará en el autocontrol de cada quien; cuánto se es capaz de resistir las tentaciones o de evitarlas.

Para la mayoría de nosotros los problemas de autocontrol surgen cuando subestimamos el efecto de la excitación. Esto es lo que el economista del comportamiento George Loewentein (1996) denomina el “desface de empatía frio-caliente”. En frio no apreciamos hasta qué punto se alterarán nuestros deseos y nuestra conducta cuando estamos “bajo la influencia” de la excitación. En consecuencia, nuestra conducta refleja una cierta ingenuidad respecto a los efectos que el contexto puede tener sobre la decisión.

Es bien sabido las prohibiciones que se le imponen a una persona que esté en proceso de recuperación de un cuadro de alcoholismo, al igual sucede con el cigarrillo y otras drogas. Cuando la persona entiende y comparte que esa prohibición es lo mejor para su proceso de recuperación y superación de la adicción (en este caso nociva), termina aceptando de buenas maneras la prohibición y evitando los espacios que puedan resultarles tentadores de lo que se quiere evitar. Esta definitivamente es una buena idea y aplica más allá de las adicciones asociadas a sustancias químicas; igual aplica para las personas que tienen un uso excesivo de equipos tecnológicos, práctica que podría generar un daño físico, psicológico y social.

Las dificultades para el autocontrol pueden ilustrarse con la imagen de un individuo con dos yoes semiautónomos: el “Planificador” que piensa a largo plazo, y el miope “Impulsivo”. El planificador habla con el sistema reflexivo – el señor Spock que acecha en nuestro interior (éste representaría al Padre en la teoría psicológica del PAN de Erick Berne (1958).  Mientras que el yo “Impulsivo” está profundamente influido por el sistema automático, o el Homero Simpson de cada uno. El planificador intenta promover nuestro bienestar a largo plazo, pero debe enfrentarse a los sentimientos y trucos, así como a la fuerte voluntad, del impulsivo, que esta expuesto a las tentaciones que se presentan con la excitación.

ELECCIÓN IRREFLEXIVA: Comer es una de nuestras actividades mas irreflexivas. Muchos de nosotros simplemente comemos lo que nos ponen delante. Los problemas de autocontrol combinados con la decisión irreflexiva tienen malas consecuencias para la gente real. Millones de personas todavía fuman a pesar de que está demostrado que fumar tiene consecuencias terribles para la salud y, lo que es significativo, la gran mayoría de los fumadores afirman que les gustaría dejarlo.

Estos datos sugieren que a un número significativo de personas les vendría bien un nudge.

ESTRATEGIAS DE AUTOCONTROL: Muchos de nosotros conscientes de nuestras debilidades y poder de nuestro yo “Impulsivo” hacemos cosas orientadas a conseguir ayuda externa, por ejemplo, hacemos listas de “cosas pendientes” y las fijamos en lugares visibles para nosotros, pedimos a amigos que nos recuerden que debemos hacer o no hacer tal cosa, hacemos apuestas para sentirnos presionados que debemos hacer o no hacer tal cosa. Estas son acciones de nuestro yo “Planificador” convencido y dispuesto a controlar a nuestro yo “impulsivo”.

Veamos el revelador y cotidiano ejemplo del despertador. Es posible que nuestro optimista yo “Planificador” desee que nos levantemos a las 5:00 a. m. con el objetivo de cumplir con una jornada que hemos planificado. Pero es posible que nuestro yo “Impulsivo” y somnoliento tenga otros planes y decida apagar el despertador y seguir durmiendo plácidamente. Esto puede generar una dura lucha entre nuestro yo Planificador y nuestro yo Impulsivo. Algunos planificadores decidirán colocar el despertador lejos del alcance de nosotros mismos, mientras permanezcamos en la cama, esto con la intención de obligarnos a pararnos a apagar el insoportable ruido de la alarma. Pero si el Impulsivo logra apagarlo y meterse de nuevo en la cama, todo el esfuerzo se perdió.

Para situaciones como la antes descrita fue creado el reloj Clocky, se trata de un despertador que se escapa y se esconde si no sales de la cama. Una vez que llega la hora pautada, Clocky se lanza al piso desde la altura donde esté y comienza a hacer ruidos muy incomodos y a rodar por todo el espacio del que disponga con la intención de obligar a su dueño a perseguirlo y en consecuencia a desperezarse. Está demostrado que por más somnoliento que nos encontremos, perseguir a Clocky, alcanzarlo y apagarlo le quita el sueño a cualquiera.

CONTABILIDAD MENTAL: Los despertadores, listas de cosas pendientes y apuestas con amigos son recursos externos que utilizamos para resolver nuestros problemas de autocontrol. Otra manera de superarlos es adoptar sistemas de control internos, conocidos como contabilidad mental. La contabilidad mental es el sistema (a veces implícito) que se usa en los hogares para evaluar, regular y procesar el presupuesto familiar.

Según la teoría económica (y la lógica elemental) el dinero es “fungible”, lo que significa que no tiene etiquetas. Una cantidad de dinero sirve para comprar una cosa o para comprar otro tipo de cosas que satisfaga necesidades completamente distintas. En algunos hogares, al igual que en las grandes empresas adoptan sistemas de contabilidad mental que violan la fungibilidad. En las grandes empresas existen presupuestos asignados por áreas (departamentos o gerencias) y una vez que ese dinero se termina no es posible usar el dinero del presupuesto de la gerencia vecina para satisfacer alguna necesidad por más importante que esta sea.

La contabilidad mental es importante precisamente porque las cuentas se tratan como no fungibles

Finalmente, Thaler comenta que utilizar cuentas mentales podría resultar muy beneficioso para cada uno de nosotros. Hacen la vida más divertida y más segura. A muchos nos vendría bien mantener una cuenta casi sagrada para “imprevistos” y otra para “entretenimiento y diversión” disponible en todo momento.

Rafael Arellano